La primera vez que vi la versión clásica de esta inquietante película basada en la novela corta de Jack Finney me impactó. Los habitantes de un pequeño pueblo americano eran sustituidos, al quedarse dormidos, por unos seres extraños que nacían de una especie de vaina y se apoderaban de sus cuerpos, de la persona, sus recuerdos y su vida, dejando a un lado las emociones, el amor, los apegos, la compasión, la empatía y todo rastro de sentimiento humano. Poco a poco, secreta y silenciosamente, estos seres iban adueñándose de todos los cuerpos y los protagonistas luchaban contra un destino aterrador por conservar su autenticidad y por no quedarse dormidos.
La película logra transmitir esa sensación de angustia ante la invasión implacable y oculta que va creciendo progresivamente y penetrando desde la incertidumbre y la sombra. El miedo a lo desconocido y a perder lo que somos, el miedo a dormir y no despertar en la seguridad en la que queremos vivir.
Pero lo verdaderamente terrorífico no es ciencia ficción, lo terrible es que cuando una persona deja a un lado sus sentimientos auténticos y lo que le indica su corazón, cuando se deja llevar por la crueldad, el dinero o el poder, cuando se harta de pastillas para no sentir y que todo le de igual, cuando no intenta hacer frente a su vida con valentía, esa persona se convierte en una especie de ladrón o cobarde, en un ultracuerpo sin sentido.
Julia Lasagabaster
Fotografías de la película clásica de Don Siegel "La invasión de los ladrones de cuerpos" de 1956, tomadas de internet.
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La misteriosa vaina |
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Transformación |
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Huyendo de los ultracuerpos |
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Terror |
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Descubriendo algo inquietante |
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Salvémonos |
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No te duermas |
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