domingo, 29 de junio de 2014

La puerta

La puerta

Sólo tú puedes abrir esta puerta
La puerta de mi habitación
Tan sólo tú conoces
el secreto
que reflejan
estos tres cristales
Alguien logró
traspasar este dintel
Nadie
Salvo tú
Llegó tan adentro
Y nadie
Nadie
Salvo tú
Fundirá mi figura
en el ardiente amanecer
con su más tierno abrazo

Julia Lasagabaster


jueves, 26 de junio de 2014

La ardilla roja

Me encanta mi tocayo el director de cine Julio Medem. Su sensibilidad y sus películas me tocan y es difícil elegir una para hablar de ella. He elegido esta y diré por qué. En su momento no tuvo excesivo éxito ni buena crítica. Pero no hay que fiarse ni de lo que te digan, ni de lo que leas, y ni siquiera de lo que veas. Ni siquiera de mí, que soy muy de fiar. Precisamente en este juego anda la película, y por eso precisamente me gusta. Aún cuando algo dramático te esté ocurriendo, es increíble la capacidad del ser humano para seguir adelante, intentar sobrevivir inventando sobre la marcha, seguir jugando en cuanto se presenta la oportunidad. Es gracioso, muchas veces cuando estaba deprimida la he visto como si fuera una pastilla contra la depresión. Tiene varias cosas que me atraen: un argumento original, un no saber por dónde saldrá, unos momentos de humor mezclados con otros de tensión emocional, y un sentirme identificada con las casualidades y los sentimientos que se entrecruzan y pasan. Como habéis visto, no he hablado para nada del argumento, ni de los personajes, ni del lugar (también muy cercano para mí). Muchos ya la conoceréis y sabéis de lo que hablo. Y los que no, qué suerte, aún os queda la sorpresa. Lo que más odio de los críticos es que te destripen las películas.

Julia Lasagabaster

Imágenes de La ardilla roja de Julio Medem, 1993. Tomadas de internet

Lo mejor es jugar


¿Qué hago?


Amarte


Recordando su tacto



Un escalofrío


¿Dónde se encuentra?



Entre dos hombres


Mirando dormir


¿Me engañas?


Ojos azules





domingo, 22 de junio de 2014

Las calas

Julia Lasagabaster
Calas
Óleo sobre lienzo 65x54

Las primeras calas que recuerdo son las del jardín del colegio. Sus grandes hojas verdes y la flor blanca con forma de campana siempre llamaban a mis ojos llenos de curiosidad. Un día en el recreo quise arrancar una pero no pude, el tallo era muy duro. Entonces pensé que aquellas flores eran demasiado bastas y poco delicadas. Por tratar de arrancarla llegué tarde a clase y me castigaron. Me obligaron a lavarme las manos y me pusieron la última en la fila, para rezar, durante toda la semana, lo cual en realidad no fue un castigo sino un alivio.
En mayo las monjas cortaban las calas y hacían ramos para la virgen. Todos los viernes del mes íbamos cantando "Con flores a María" en filas ordenadas y cuando llegábamos a la capilla, una de las niñas, escogida para llevar el ramo de flores, lo depositaba ante el altar. Yo nunca fui elegida.
Años después, en una exposición de pintura, volví a recordar aquel momento de la niñez. Estaba con un compañero de la universidad, los dos ensimismados mirando los cuadros y mirándonos, comentando aquellas enormes obras de arte. Yo me sentía embelesada, como flotando. Era un día de junio caluroso y asfixiante. El aire acondicionado de la sala era como una caricia a través del vestido y la piel sofocada. Mis ojos estaban encendidos y mis mejillas ardían como si algo fuera a suceder. Jamás había sentido tan intensamente el miedo y el deseo de que algo sucediera. El corazón me latía rápido y en el cuerpo crecía una inquietud como una nausea.
La fuerza de los colores y las figuras en las pinturas, el brillo y la profundidad de la mirada de él, me mareaban. Al caminar y pararnos ante los cuadros a veces nos rozábamos y creía que no aguantaría más sin pedirle que me estrechase entre sus brazos.
Entonces las vi. Allí estaban las calas: bellas, rotundas, espléndidas, llenas de luz. Él, detrás de mí, muy cerca, acarició con sus labios mi pelo mientras los ojos se me perdían en esas formas y esos colores tan puros. Todo se estremeció y me desvanecí. Estuve un tiempo enferma e impotente, sintiendo cómo el amor y la belleza se escapaban de mis manos. Algunos me hablaron del síndrome de Sthendal. Yo pienso que fue culpa de aquellas calas que no pude arrancar.

Julia Lasagabaster


Julia Lasagabaster
Calas (Detalle)




      Los alcatraces (calas) de Diego Rivera

          








































                                  


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miércoles, 18 de junio de 2014

Pensando

Hervé Cazaux
Figura de barro y esmalte



Estás pensativa en tu silla fría
Pensando que desear
No es suficiente
Por mucho que llames
La noche no vendrá a ti
Mientras deslumbre el día

Ven a mí
Di
A iluminarme con tu oscuridad
Oh noche
Quiero amarte
Oh noche con mi luz
Yo te esclarezco

No pienses cuándo
No pienses cómo
No pienses dónde
La noche vendrá
Cuando menos lo esperes
Rodando a tus pies
Con todas sus estrellas

Julia Lasagabaster





lunes, 9 de junio de 2014

Sirena

Torso femenino
Óleo sobre papel
35x26

Cuerpo de sirena
Alma de mujer
¿A quién esperas?
¿Quién se zambullirá
quién se sumergirá
quién nadará hasta esa profundidad?
Es honda la distancia
Y el silencio es inmenso
En el fondo del mar
No esperes a quien tenga miedo
a la hondura y al silencio
A la honda elocuencia del silencio
en el que nadas tú
No esperes que quien te mira embelesado
y se enreda en tus ojos
no se asuste de tu cola de pez
Eres un monstruo
Sirena
Y no hay valiente

Julia Lasagabaster



domingo, 1 de junio de 2014

La invasión de los ultracuerpos



La primera vez que vi la versión clásica de esta inquietante película basada en la novela corta de Jack Finney me impactó. Los habitantes de un pequeño pueblo americano eran sustituidos, al quedarse dormidos, por unos seres extraños que nacían de una especie de vaina y se apoderaban de sus cuerpos, de la persona, sus recuerdos y su vida, dejando a un lado las emociones, el amor, los apegos, la compasión, la empatía y todo rastro de sentimiento humano. Poco a poco, secreta y silenciosamente, estos seres iban adueñándose de todos los cuerpos y los protagonistas luchaban contra un destino aterrador por conservar su autenticidad y por no quedarse dormidos.
La película logra transmitir esa sensación de angustia ante la invasión implacable y oculta que va creciendo progresivamente y penetrando desde la incertidumbre y la sombra. El miedo a lo desconocido y a perder lo que somos, el miedo a dormir y no despertar en la seguridad en la que queremos vivir.
Pero lo verdaderamente terrorífico no es ciencia ficción, lo terrible es que cuando una persona deja a un lado sus sentimientos auténticos y lo que le indica su corazón, cuando se deja llevar por la crueldad, el dinero o el poder, cuando se harta de pastillas para no sentir y que todo le de igual, cuando no intenta hacer frente a su vida con valentía, esa persona se convierte en una especie de ladrón o cobarde, en un ultracuerpo sin sentido.

Julia Lasagabaster


Fotografías de la película clásica de Don Siegel "La invasión de los ladrones de cuerpos" de 1956, tomadas de internet.



La misteriosa vaina





Transformación





Huyendo de los ultracuerpos





Terror




Descubriendo algo inquietante





Salvémonos





No te duermas