Julia Lasagabaster Calas Óleo sobre lienzo 65x54 |
Las primeras calas que recuerdo son las del jardín del colegio. Sus grandes hojas verdes y la flor blanca con forma de campana siempre llamaban a mis ojos llenos de curiosidad. Un día en el recreo quise arrancar una pero no pude, el tallo era muy duro. Entonces pensé que aquellas flores eran demasiado bastas y poco delicadas. Por tratar de arrancarla llegué tarde a clase y me castigaron. Me obligaron a lavarme las manos y me pusieron la última en la fila, para rezar, durante toda la semana, lo cual en realidad no fue un castigo sino un alivio.
En mayo las monjas cortaban las calas y hacían ramos para la virgen. Todos los viernes del mes íbamos cantando "Con flores a María" en filas ordenadas y cuando llegábamos a la capilla, una de las niñas, escogida para llevar el ramo de flores, lo depositaba ante el altar. Yo nunca fui elegida.
Años después, en una exposición de pintura, volví a recordar aquel momento de la niñez. Estaba con un compañero de la universidad, los dos ensimismados mirando los cuadros y mirándonos, comentando aquellas enormes obras de arte. Yo me sentía embelesada, como flotando. Era un día de junio caluroso y asfixiante. El aire acondicionado de la sala era como una caricia a través del vestido y la piel sofocada. Mis ojos estaban encendidos y mis mejillas ardían como si algo fuera a suceder. Jamás había sentido tan intensamente el miedo y el deseo de que algo sucediera. El corazón me latía rápido y en el cuerpo crecía una inquietud como una nausea.
La fuerza de los colores y las figuras en las pinturas, el brillo y la profundidad de la mirada de él, me mareaban. Al caminar y pararnos ante los cuadros a veces nos rozábamos y creía que no aguantaría más sin pedirle que me estrechase entre sus brazos.
Entonces las vi. Allí estaban las calas: bellas, rotundas, espléndidas, llenas de luz. Él, detrás de mí, muy cerca, acarició con sus labios mi pelo mientras los ojos se me perdían en esas formas y esos colores tan puros. Todo se estremeció y me desvanecí. Estuve un tiempo enferma e impotente, sintiendo cómo el amor y la belleza se escapaban de mis manos. Algunos me hablaron del síndrome de Sthendal. Yo pienso que fue culpa de aquellas calas que no pude arrancar.
Julia Lasagabaster
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Julia Lasagabaster
Julia Lasagabaster Calas (Detalle) |
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