domingo, 22 de junio de 2014

Las calas

Julia Lasagabaster
Calas
Óleo sobre lienzo 65x54

Las primeras calas que recuerdo son las del jardín del colegio. Sus grandes hojas verdes y la flor blanca con forma de campana siempre llamaban a mis ojos llenos de curiosidad. Un día en el recreo quise arrancar una pero no pude, el tallo era muy duro. Entonces pensé que aquellas flores eran demasiado bastas y poco delicadas. Por tratar de arrancarla llegué tarde a clase y me castigaron. Me obligaron a lavarme las manos y me pusieron la última en la fila, para rezar, durante toda la semana, lo cual en realidad no fue un castigo sino un alivio.
En mayo las monjas cortaban las calas y hacían ramos para la virgen. Todos los viernes del mes íbamos cantando "Con flores a María" en filas ordenadas y cuando llegábamos a la capilla, una de las niñas, escogida para llevar el ramo de flores, lo depositaba ante el altar. Yo nunca fui elegida.
Años después, en una exposición de pintura, volví a recordar aquel momento de la niñez. Estaba con un compañero de la universidad, los dos ensimismados mirando los cuadros y mirándonos, comentando aquellas enormes obras de arte. Yo me sentía embelesada, como flotando. Era un día de junio caluroso y asfixiante. El aire acondicionado de la sala era como una caricia a través del vestido y la piel sofocada. Mis ojos estaban encendidos y mis mejillas ardían como si algo fuera a suceder. Jamás había sentido tan intensamente el miedo y el deseo de que algo sucediera. El corazón me latía rápido y en el cuerpo crecía una inquietud como una nausea.
La fuerza de los colores y las figuras en las pinturas, el brillo y la profundidad de la mirada de él, me mareaban. Al caminar y pararnos ante los cuadros a veces nos rozábamos y creía que no aguantaría más sin pedirle que me estrechase entre sus brazos.
Entonces las vi. Allí estaban las calas: bellas, rotundas, espléndidas, llenas de luz. Él, detrás de mí, muy cerca, acarició con sus labios mi pelo mientras los ojos se me perdían en esas formas y esos colores tan puros. Todo se estremeció y me desvanecí. Estuve un tiempo enferma e impotente, sintiendo cómo el amor y la belleza se escapaban de mis manos. Algunos me hablaron del síndrome de Sthendal. Yo pienso que fue culpa de aquellas calas que no pude arrancar.

Julia Lasagabaster


Julia Lasagabaster
Calas (Detalle)




      Los alcatraces (calas) de Diego Rivera

          








































                                  


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