El corazón en su cárcel Gouache y tipex Julia Lasagabaster |
Despertó aquella mañana con un extraño a su lado. Parecía ser su marido y se comportaba como tal, pero algo había cambiado. Ya no era el mismo.
Ella siguió su rutina de todos los días, un poco ensimismada por las sensaciones de su intuición y la ingenua razón que le dictaba el camino a seguir: el camino de todos los días.
Pero aquella mañana hizo algo diferente. Estaba sola, abrió su joyero y empezó a sacar del fondo algunas joyas que él le había regalado y ya nunca se ponía. Al notarlas entre sus dedos, el tacto de su fría tibieza le transportó a tiempos diferentes; cada una le susurró la historia de su instante más feliz.
Escogió unos pendientes de plata. Tenían forma de hoja. Estaban muy sucios y ennegrecidos. Los limpió cuidadosamente y se los puso.
Cuando él llegó a casa le preguntó: ¿te acuerdas de cuando me los regalaste?. Él sonrió un poco embarazado, con la mirada huidiza. Aquella mirada le provocó una indescriptible curiosidad. No sabía que extraña sensación se estaba apoderando de ella. Se sentía de pronto enormemente atraída por él, porque era como si fuese otro.
Por la noche hicieron el amor y estaba más excitada que nunca. Turbó su cuerpo como no lo había hecho hacía tiempo, sintiéndose culpable porque no podía liberarse de la impresión de estar siéndole infiel con el extraño en el que él mismo se había convertido.
Julia Lasagabaster
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