lunes, 8 de diciembre de 2014

Stefan Zweig

El viejo libro
Fotografía
Julia Lasagabaster


Este post está dedicado a Stefan Zweig y a todos los "zumbados" ilustrados que pasean al borde de los ríos recitando poemas o suben a los trenes hablando solos porque están convencidos, como Zweig, de que el mundo se ha vuelto imposible de habitar.

Iba yo en el tren leyendo tranquilamente. Paró en una estación y de pronto entró un tipo raro hablando solo; y saltando y brincando, se sentó frente a mí. Pensé: bueno, no voy a levantar la cabeza del libro, ni le miraré, así no me molestará. Pero eso no sirvió de nada. En la siguiente estación, dirigiéndose a mí, dijo: perdona, no quiero molestarte, ¿podrías decirme cuánto falta para la estación de A.? Amablemente le respondí, qué remedio me quedaba. Él me dio las gracias y repitió: perdona, no quería molestarte. Sin embargo, al momento, cuando ya iba a sumergirme de nuevo en la lectura, preguntó:¿qué estás leyendo? Allí ya me resultó simpático, y sonriendo le enseñé la portada del libro. Un viejo libro encuadernado en tela y rescatado de la biblioteca de mi tío ex diplomático. Ah, dijo, Stefan Zweig, era austriaco y judío, ¿verdad? Huyó de los nazis, pero se suicidó junto a su esposa en el 42. Y me fue relatando su vida mientras yo le miraba asintiendo como una idiota. Todo lo que decía lo decía bien y además era cierto. Incluso me contó cosas que yo desconocía. Me habló de la masonería y de los iluminati. De la pirámide truncada en el billete de dollar. De un poder que nos controla desde la sombra. En fin, de todo lo que dio tiempo hasta que llegamos a su estación. Entonces nos despedimos y bajó del tren del mismo modo que había subido. Yo contemplé como se alejaba gesticulando y hablando solo, sorprendida y un poco apenada por no poder conversar un ratito más con él.

Una reflexión: las cosas no suceden porque si. Tenemos que estar atentos, nada es lo que parece.

Julia Lasagabaster



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