Tras una charla con Kepa Lukas y después de leer su libro Final de trayecto, siento por partida doble que la poesía no está en venta. Kepa es uno de los pocos románticos que quedan, como yo, y no me avergüenzo de decirlo, al contrario, me enorgullezco de que sea como es, y de que lo principal para él sea ser libre, como sus versos, y caer suavemente en unas manos que los aprecien y los amen.
Quién necesita la labor de un artista y poeta que no sale en los medios ni está dispuesto a salir. “Intento hacer todo lo posible para que mis poemas no me reconozcan”. Respuesta: Alguien que quiera recoger el testigo de un testimonio auténtico, quien quiera dar un paseo por la belleza y aprender un poco más de la vida, a través de una mirada pintora profundamente plástica y existencial.
Dice Emilio Varela Froján en el prólogo que “una poética de lo frágil y de lo efímero tiene sentido: “mi mayor fuerza es no resistir”. Una lírica de “las horas sin pulso”, de las causas perdidas.”
¿Es la poesía sólo para los amantes de las causas perdidas? “La poesía es un regalo para mis amigos”, dice Kepa. Kepa y yo no tenemos remedio. Pertenecemos al club de los ingenuos que clausuró hace tiempo. Y aún no lo hemos abandonado, porque “Tu ausencia ha esparcido semillas de ti” y porque “¿Quién te ha hecho, pese a todo, irrenunciable?”
El artista siempre se mueve en terreno movedizo, entre el deleite y la derrota; al decir de los japoneses, navegando sobre un “mundo flotante”, y su recreación en él, germen de la creación, le salva hasta el próximo hundimiento.
Avanzado el milenio gente como Kepa y yo vivimos desolados en plena decadencia, en pleno fin de siècle. Creo que Kepa estará de acuerdo con esta afirmación. Lo que no sé es si coincidirá conmigo en que en la vida y en el arte, decir Final de trayecto significa cerrar un viaje, pero todo fin lleva consigo un renacimiento, el inicio de un nuevo camino y sus consiguientes recreaciones, que aunque no culminen en creaciones materiales, nos regalarán aún mucho placer y vida antes de morir, por viejos que seamos.
Final de trayecto es una antología de poemas escritos entre los años 1980 y 2020, poemas surgidos de lo más profundo de la vivencia, del sentimiento o de la idea en carne viva, cada uno con su propia alma, que entran y se quedan, tras haber llamado tímidamente a la puertita del corazón del lector. Estos son algunos de los que he elegido, difícil elección dada la calidad de sus versos.
Hay que empezar otro viaje, Kepa, porque "tu compañía mejora la realidad".
Julia Lasagabaster
MIS MANOS
Tú lo consigues.
En tu espalda desnuda
mis manos se buscan
y se acarician.
Cuando te abrazo
mis manos
se reconcilian.
LOCURA
Bésame azul, boca del cielo,
destrúyeme en tu luz y concédeme sosiego,
déjame morir de dolor
si el sufrimiento trae olvido.
Mar, hiedra, muro, montaña,
tenéis que ayudarme a mantener el equilibrio.
¿Quién te ha hecho, pese a todo, irrenunciable?
Te veo por los caminos que nunca pisamos juntos,
eres esa primavera ajena
que pese a mi angustia me rodea cada día,
allá donde miro estás,
si cierro los ojos apareces.
Tu ausencia ha esparcido semillas de ti.
POEMA CIUDADANO
En verano aprendo las mareas
y siempre hay arena dentro de mí.
La espuma de las olas atrapa el rosa
de la tarde tambaleante,
los cascos de la policía dispersan
los tonos rojos del atardecer.
Suben por la rampa de la playa
mujeres que huelen a coco.
¿La gente se divierte
o simplemente se lo pasa bien?
Luego me agarro de tu brazo,
noche cultural.
LUNA
La luna ha decidido repartir riqueza.
Ha reventado la caja fuerte de la noche
y un perfil de plata delata a las sombras.
La distancia se pierde en caminos de titanio,
estelas de diamantes atraviesan los charcos.
Llega el día con el resto de la fortuna
a darnos el salario mínimo de belleza:
monedas de trébol y rocío sin quilates.
FRÍO
Voy atravesando el frío,
llama gris de la mañana,
la niebla me inclina
hacia la seda temblorosa
que agitan las orillas del río,
agua turbia, cielo estéril,
me paro en mitad del puente
para vencer la duda
de seguir cruzando.
DECADENCIA
Momentos radiantes de orden y de consuelo,
el sol se colaba entre frondosas preguntas,
si había cielo azul no había circunstancias,
un entusiasmo salvaje aplastaba las dudas.
Instantes fugaces que caen en la noche inmensa
¿Por qué es tan bella la visión de lo perdido?
Esa línea de Meta, en el Estadio del Tiempo,
que la cruce mi final antes que mi olvido.
Kepa Lucas